jueves, 11 de noviembre de 2010

¿Cuánto dolor escondo en el bolsillo?

"El corazón alegre hermosea el rostro". Intenté dibujar una sonrisa sobre tu rostro. ¿Estás bien?, pregunté. Silencio, silencio, silencio. Nadie dijo nada. Lentamente, la oscuridad nos fue carcomiendo...

Asustada como una niña, desperté. Dejé de ser una realidad que habitaba entre las irrealidades. Dejé de ser como el pincel que acariciaba tu mirada, dejé de ser como el susurro que llegaba hasta tus oídos, dejé de ser como la brisa que nunca se iba...Empecé a perderme en la inmensidad del rechazo. El aire se convirtió en arena; el cielo, en un charco de agua: el tiempo no fue el tiempo de un suspiro. Me convertí en un sauce, un joven sauce que dejaba caer sobre sus hojas la sangre de sus heridas.

Imaginé la noche vacía, imaginé sonrisas jamás dibujadas: 90 minutos intenté oir y ver el aire trasnparente. Empecé a desesperarme por una frágil sonrisa, por un suave abrazo, por un llegar a la meta.

Casi, casi, casi lo hice, pero otra vez, estuve cerca. Pensé mucho, dudé mucho. Ahora, no soy más que la sombra de lo que quise y pude ser.

La sombra se convierte en figura; la luz, en fondo.

Intento ser una máscara y aparentar que no sé nada porque no puedo decir nada...

El tiempo lo sana todo. El tiempo lo sana todo. ¡EL TIEMPO LO SANA TODO! ¿Será acaso capaz de curar a alguien que es la flecha que vuela y, también, el animal herido? ¿Sabe alguien acaso cuánto fulgor soporta mi corazón?

Y es que ¿cómo intento girar a tu costado sin perder la distancia? ¿Cómo intento derramar a manos llenas -algo que no sé exactamente qué es- sin que nadie lo reciba?

Todo vuelve a empezar. Ahora, estoy en el final de una camino infinito. ¿Cuándo volveré a empezar?

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